Articulos personales

EL PAPEL DEL EDUCADOR PARA POTENCIAR LA METACOGNICIÓN
El mundo ha cambiado, y con ello el mundo de los amigos y la familia, el mundo de la economía,… y como no,  el mundo de la educación. Estos cambios se han unido con la evolución de la tecnología, pero este cambio ha sido tan rápido que algunos se han quedado en el camino. En el mundo de la educación también se han quedado muchos profesores atrasados. Hoy en día la escuela debe ser un sitio para la igualdad y para las oportunidades y los  que cuidan este sitio son los profesores. Para ello, como lo acabo de mencionar, el trabajo del profesor tiene que cambiar.
El profesor siempre ha sido el transmisor de la información, de los valores y la autoridad, pero el rol ha cambiado. Si hasta ahora han  sido transmisores, ahora serán los que facilitan la información y guían para que los alumnos puedan crear sabidurías. Hay que mirar con buenos ojos todas estas innovaciones porque es imprescindible para lograr una educación de calidad y potenciar la metacognición.
El papel del educador tiene que ser el de ayudar, el de servir y el de dirigir. La educación está dentro de todos nosotros, nadie nos tiene que decir que es lo que tenemos que hacer. Lo que se quiere lograr es,  que haya educadores que  respeten y que  dejen ser nosotros mismos. Hay que dejar que el alumno escoja el camino, no hay que marcárselo.
Además se puede decir que cualquier persona es educador: el amigo, el abuelo, la hija… Pero para ello primero tiene que creer en sí mismo.
Todas las personas somos diferentes, pero en esta sociedad es muy difícil usar esa diferencia y vivir en modo positivo. Ni la escuela ni la sociedad no facilita esto. Para empezar, en la escuela siempre nos clasifican por edad, todos estamos en manos del mismo programa, tenemos que llevar el mismo ritmo… La escuela no tiene en cuenta nuestras diferencias ni nuestras necesidades y a todos nos encaminan por el mismo camino. Cada uno tiene que tener la posibilidad de usar sus diferencias, hacer su camino. En resumen, tenemos derecho de ser diferentes.
Saber tratar esta diversidad es muy importante, tanto en el aula como en la sociedad. Además, la diversidad es muy enriquecedora, siempre y cuando si se trata de una manera adecuada y respetuosa. Aquí también juega un papel muy importante el educador, porque es imprescindible enseñar que todos somos diferentes, pero a la vez todos somos personas y que hay que respetar y saber convivir con todas ellas. Sé que hoy en día educar de esta manera es algo difícil puesto que, la calle, los medios de comunicación… están llenos de prejuicios y xenofobia.
En general para que se dé un proceso de aprendizaje adecuado y se trabaje la metacognición, el profesor debe crear un clima de confianza en el aula. Esto es uno de los puntos más importantes. Saber cuáles son las características, limitaciones,
intereses… de los alumnos y las alumnas Además, debe expresar claramente lo que espera que hagan sus alumnos siempre motivando y ayudándolos,  dando conciencia de sus posibilidades y de sus limitaciones.
Al terminar las tareas o los aprendizajes, es conveniente hacer un repaso general, dejar que hagan una autocritica a los alumnos y que se evalúen a ellos mismos. Así se percatarán mejor de lo que han aprendido o lo que han dejado de aprender, basándose en sus errores y aciertos.
En resumen esto sería el papel del educador: el que da y el que organiza. Amigo de los alumnos, el que da respeto el que organiza y ayuda. Siempre estando al lado de los alumnos y enseñando como tienen que aprender.  El profesor debe enseñar a sus educandos las costumbres, para que en un futuro sigan aprendiendo. 
¿Si queremos ser modelos para los alumnos por qué no dar nuestro tiempo y cariño a ellos?




RELACIÓN ENTRE LA METACOGNICIÓN Y LA MOTIVACIÓN
Cuantas veces habremos escuchado esta frase a los padres de los alumnos: “yo no puedo más, le he impuesto todo tipo de castigos y premios pero es en balde. Siempre me promete que va a estudiar pero sus promesas no dan resultado. No quiere estudiar y no sabemos qué hacer”
Esta conversación resume qué consecuencias trae la falta de motivación: la desesperación.  Por esta razón es muy importante que los educadores –los padres o los profesores- tengan claro que sus sentimientos se reflejan en los sentimientos de los niños. Y en primer lugar los educadores son los que tienen que estar motivados para educar.

Para que en la enseñanza haya actitudes positivas es necesaria la motivación. ¿Pero qué tengo que aprender? ¿Por qué tengo que aprender? ¿Para qué me sirve aprender esto? Es lo que muchos de los alumnos piensan, y para ellos es muy difícil de mantener esa motivación. Estos creen que es algo impuesto por los adultos. Por eso, las técnicas de motivación ayudan a los profesores y padres a cambiar de conducta. Esto es: trabajar la autonomía y la autoestima, reconocer los trabajos y que encuentren los conceptos ellos solos pueden ser unos pasos a seguir.  

Muchas veces, la falta de motivación se relaciona con el fracaso escolar. Un alumno desmotivado  no le hace caso al proceso de aprendizaje, los contenidos no le parecen útiles  y por consecuencia, deja a un lado el proceso de aprendizaje. Por el contrario, un alumno motivado siempre le va a coger el sentido a las competencias escolares  y creerá que el esfuerzo ha merecido la pena.
¿Pero quién tiene que motivar a los alumnos? La responsabilidad para crear interés en el proceso del aprendizaje no es solo de los profesores, también es de las familias.
Esa motivación tiene que empezar de las familias, concretamente en la educación de los hijos. La casa es donde hay que ejercer las primeras valores y actitudes. Los progenitores son los que tienen la responsabilidad de encender el interés a aprender. Se empieza poniendo ejemplos. Los progenitores que ponen intereses en los trabajos y deberes de los niños y crean interés en conseguir nuevos conceptos, les transmiten a sus hijos con naturalidad el interés al aprendizaje.
Los padres, deberían de compartir el tiempo libre de los niños, ayudando siempre a responder las preguntas de los hijos. Siempre poniendo ilusión en las actividades, mostrando felicidad cuando se logra algo, … Estos serían unos aspectos que ayudarían a empujar la motivación.
Para que los niños o niñas estén motivados a su tarea, tendrán que estar adaptados a sus cualidades y la dificultad irá subiendo con el logro de sus competencias. Si el niño no consigue obtener los objetivos remarcados, hay que insistirle que con el esfuerzo y la continuidad logrará sus objetivos
En cuanto a la educación formal, los padres tienen mucha influencia. Según como se les ayuda a hacer las tareas la motivación subirá o bajará. Consiguiendo un entorno donde las estrategias y los objetivos se comparten, se va a crear un mayor interés en el aprendizaje.
Hasta ahora solo hemos hablado sobre la familia, la escuela también tiene mucho peso en la educación.
En este entorno, el profesor tiene un papel fundamental. Para crear interés en el aprendizaje, no basta solo con que se transmita los conocimientos, lo importante es la manera de transmisión. Para ello, el docente debe usar diferentes estrategias: planificar clases atractivas, crear interés a los conceptos curriculares, crear la sensación de que han aprendido algo y que ello les sirve para la vida cotidiana…
He aquí más estrategias para reforzar la motivación en el aula:
·         Teniendo en cuenta la edad de los alumnos, dar opciones para la autonomía. Esto le puede ayudar al alumno a sentir que las tareas no son algo de fuera. Así, se le da la posibilidad de tomar decisiones, esto último es muy importante.
·         Las tareas deben ser puestas a su nivel, no conviene poner tareas muy fáciles ni muy difíciles. Si son muy fáciles hay mucha posibilidad de que se aburran y al revés, si es muy difícil se crea ansiedad, miedo, se tuerce el sentimiento de habilidad de cada uno…
·         Sin caer en la habladuría, crear actividades que puedan romper la monotonía
·         Siempre evitar la competitividad y reforzar la cooperatividad. Facilitar el trabajo entre compañeros es una herramienta muy importante para el éxito escolar y para la evolución social y cognitivo.
·         Dar más importancia al proceso que al resultado. No plantear actividades con rastros evaluativos y siempre que se pueda trabajar la creatividad.
·         Controlar los lenguajes corporales. El educador puede influenciar mucho a sus alumnos con los gestos. En consecuencia, tener en cuenta las críticas, gestos, tonos de voz, palabras, señas…
·         Remarcar las habilidades de cada alumno, valerse de sus logros para superar sus fracasos.
·         Transmitir confianza al alumno
·         No se recomienda remarcar el éxito, sino el proceso.
·         No hacer nunca una comparación social.
·         No evaluar ni comparar en público, trabajar en tutorías y evaluaciones individuales, sobre todo para expresar desconfianza y prejuicios
·         Conseguir en el aula un clima de confianza.
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En conclusión, para que la metacognición  haga mella en el aprendizaje uno de los factores más importantes es la motivación que tienen tanto los educadores como los educandos. De esta manera el educando sabrá lo que ha aprendido y sabrá utilizar esas competencias en la vida real.





LAS ETIQUETAS Y EL POTENCIAL DE APRENDIZAJE
Los prejuicios forman parte de la naturaleza humana. Ya sean buenos o malos los emitimos a diario cuando conocemos a alguien, cuando leemos el título de un libro o predecimos que alguien va a tropezar con la piedra que está en medio del camino. Eso es, juzgamos sin conocer, y a menudo nos equivocamos. ¿Cuántas veces habremos dicho: - En el momento en que le conocí parecía más arrogante, más simpática, más serio…? Si se dota a alguien de unas características sin preocuparnos más que de las apariencias, se está haciendo eso tan peligroso de “etiquetar”.
El etiquetar implica encuadrar a alguien en unas características concretas y, a menudo, se consideran invariables, no modificables. Desafortunadamente en uno de los ámbitos que más encontramos este fenómeno es en el ámbito de la educación, formal y no formal. Padres, profesores  y educadores en general tienden a clasificar las actitudes y las capacidades de un niño o niña y siempre se basan en las expectativas a que estas les inducen.
Las expectativas  que se crean alrededor de un alumno normalmente son infranqueables y todo lo que se espera de ellos se basa en la etiqueta que se le ha impuesto. Pero, ¿Se debe basar toda actuación hacia un niño en las expectativas que tenemos puestas en él? Naturalmente la respuesta es no. Cuando se aplican etiquetas en los niños y niñas se está apostando al blanco o al negro sin prestar atención a los matices. Si la etiqueta es buena, cuando el niño o niña falle, defraudará a la persona que le impone la etiqueta y, consecuentemente, el niño o niña asumirá que no ha llegado al objetivo que se le pedía y, seguramente, se autoexigirá más sin que, en realidad, sea absolutamente necesario. Por el contrario, si las expectativas son malas el infante se verá sumido en la resignación y acabará aceptando que no es bueno, que no puede abarcar todo lo que se le pide y, muy difícilmente, logrará llegar a hacerlo.
Se ve en una infinidad de ocasiones cómo el alumno que está destinado al fracaso, fracasa. Efectivamente, si nunca se le plantea lo que no sabe hacer cómo un reto, nunca tendrá interés por hacerlo y si nunca se le da un refuerzo positivo, nunca se considerará capaz. Se observa también en una infinidad de ocasiones cómo el alumno que está destinado al fracaso pero se le plantea un reto asumible y se le convence de que puede lograrlo, lo logra, con más o menos tiempo, con más o menos esfuerzo, pero lo logra. Es en este punto en el que interesa ver que no se trata de cómo se desarrolla el o la alumna, sino de ver qué tipo de proceso utiliza y qué potencial tiene para captar , retener, aplicar y transformar la información.
En los últimos años se viene hablando de “Potencial de Aprendizaje” como elemento evaluable. Es decir,  ahora ya no interesa tanto el nivel intelectual de los y las alumnas como las posibilidades que presentan de ser educados. Esto es, el objetivo de la evaluación no es el de encontrar aquello que permita clasificar los alumnos en categorías específicas, sino evaluar que predisposición tiene, a nivel potencial, de asumir los aprendizajes y desarrollar sus capacidades.
Si las expectativas que se ponen en una o un niño están basadas en sus capacidades en potencia pasará que, por un lado nadie esperará más o menos de lo que él o ella puedan abarcar y por el otro, muy probablemente, sus resultados a la larga irán siendo mejores. Esta conjetura se dará ya que lo que se le propone al alumno o alumna va en función, no de lo que demuestra saber hacer, sino de lo que puede llegar a hacer.




¿Y SI HABLAMOS DE NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES?
LA MODIFICABILIDAD COGNITIVA Y SU ALCANCE EN EDUCACIÓN ESPECIAL


“La inteligencia es un estado que puede ser alto, bajo, moderado, pero esencialmente puede ser modificado.” (Feuerstein, R., 1991)

Cuando hablamos de alumnos con Necesidades Educativas Especiales (NEE) nos referimos a aquellos niños y niñas que presentan dificultades mayores que el resto de sus compañeros y compañeras para asumir los aprendizajes que en el currículo se definen necesarios para sus características y edad y que, por este motivo, requieren de apoyos, recursos y atenciones educativas específicas derivadas de la discapacidad o el trastorno. En ningún caso hablamos de infantes con NEE como personas incapaces de adquirir los conocimientos o desarrollar sus capacidades y habilidades plenamente.
En este momento podemos decir que un alumno con Necesidades Educativas Especiales posee lo necesario para retener y reproducir las informaciones que se le entregan, pero normalmente necesitará que se le apoye de una forma más guiada y pautada. Así es, ellos y ellas podrán lograr lo que se les plantee si se les dan las herramientas necesarias para que lo hagan. En este sentido se pone de relieve el papel del mediador o educador que deberá ser capaz de crear y aplicar las estrategias adecuadas para entregarle al alumno con NEE el máximo de posibilidades para que se desenvuelva y pueda construir y adquirir conocimiento.
La consideración de Feuerstein* sobre la modificabilidad cognitiva da una nueva perspectiva de las expectativas que se tienen sobre los niños y niñas con Necesidades Educativas Especiales. Éste autor defiende la inteligencia como algo modificable, como un proceso amplio que puede abarcar muchos fenómenos y que tiene por características la dinámica y la adaptación. Considera la mente como flexible, abierta a cambios. Del mismo modo afirma que el ser humano posee un potencial y una propensión natural para el aprendizaje. Se trata entonces de concebir que si la inteligencia es modificable podrá ser estimulada, moldeada y mediada para que pueda desenvolverse y lograr mejores resultados. Nada es distinto si hablamos de los y las alumnas con NEE.
Esta modificabilidad se da de una forma distinta en cada persona y es por eso que el autor define dos modalidades mediante las cuales el organismo humano es modificado y que, a su vez, determinaran las diferencias en el desarrollo cognitivo. La primera es  la exposición directa, la cual permite a las personas modificar su organismo a través de los estímulos del ambiente. De esta forma se logra una adaptación limitada, ya que se trata de la adaptación en una situación en particular y no va más allá. La segunda es la Experiencia de aprendizaje mediado, en la cual se produce modificabilidad gracias a la interacción activa entre el sujeto y las fuentes internas y externas de estimulación. Esta segunda se concreta con la intervención de un mediador, el cual se encargará de seleccionar, organizar y transmitir los estímulos del exterior para facilitar su comprensión, interpretación y utilización.
El mismo Feuerstein habla de que la mayoría de “retrasos intelectuales” son consecuencia de una mediación cognitiva de experiencias de aprendizaje inadecuada y no de las estructuras cognitivas del discente. Los agentes culturales encargados de esta mediación tienen un papel fundamental ya que son los encargados de conectar el sistema cognitivo de los alumnos y el entorno de los mismos. Así que, como ya hemos dicho, el papel del mediador y su actuación en esta mediación son fundamentales para que el niño o niña sea capaz de modificar satisfactoriamente su inteligencia.
Dándole sentido a todo esto, se puede decir que la inteligencia, tanto de los niños con Necesidades Educativas Especiales como los que no las presentan, es moldeable para ser modificada y que si los agentes culturales son los adecuados cualquier niño o niña será capaz de adquirir los conocimientos y aprendizajes que se le planteen.